domingo, 10 de noviembre de 2013

Más cerca del asesino de Eva Blanco

El único crimen perfecto es el no resuelto. La Guardia Civil de Madrid quiere borrar de esa terrible y dolorosa lista de asesinatos sin autor conocido el caso de Eva Blanco. Se ha convertido desde hace 16 años en una obsesión. Desde entonces, todos los agentes que han pasado por el grupo de homicidios de la Benemérita de la capital han leído, releído y analizado una y otra vez los 14 tomos que componen el sumario en busca de un hilo, un simple detalle que haya pasado desapercibido para el resto. Es una carrera contra reloj porque la responsabilidad penal prescibirá en cuatro años. Entonces, el asesino, si quiere, podrá reconocer públicamente su culpa, jactarse de lo que hizo y la Ley ni pesará ni caerá sobre él.
Los casos, con el paso de los años, se enfrían. El de Eva Blanco, nunca. Se ha investigado a casi 2.000 personas y se han hecho cientos de gestiones. Recientemente ha recibido un nuevo empujón. Los medios de comunicación, tantas veces denostados, han servido para inyectar datos y esperanza a la familia de la joven y a los sabuesos de la Guardia Civil. En esta ocasión el mérito corresponde al programa equipo de investigación de «La Sexta». Hace unos meses emitieron un largo y muy detallado reportaje. Se ofrecieron muchos datos y se hizo un llamamiento a la colaboración ciudadana a través del enorme altavoz que es la televisión. El resultado: cientos de comunicaciones aportando pistas. Tras la criba, al menos una llamó poderosamente la atención de los investigadores. Una mujer recordaba haber visto a un hombre sospechoso, tanto que se fijó en él y guardó su rostro en la memoria. Lo vio el mismo día del crimen, en el mismo lugar donde Eva fue hallada brutalmente apuñalada.
Se trata de una llamada a cuyo contenido ha tenido acceso LA RAZÓN. Una mujer describe lo que vio el fatídico 20 de abril de 1997: «Regresaba en coche de trabajar. Llovía y, claro, yo iba con todos mis sentidos en alerta. Serían las 8:00 de la mañana. Recuerdo perfectamente que era domingo. Pasé junto a una rotonda en construcción. Había vallas que no permitían el acceso. Allí, observé a un hombre. Caminaba junto al arcén, sin paraguas. Al verme se paró y clavó sus ojos en mí. Sentí un escalofrío. Tenía la mirada amenazante, penetrante. Ese instante no duró mucho porque yo, aunque despacio, iba conduciendo. Unos metros más adelante, aparcado junto a la entrada de un camino de tierra, me fijé en un coche. Pensé que pertenecería al hombre que acababa de ver. Era un Renault 18 o un Seat 124 de color blanco. Estaba sucio y tenía las luces apagadas».
La testigo aportó más datos con los que la Guardia Civil ha elaborado un retrato robot que a día de hoy sigue vigente. Se han recibido decenas de llamadas de ciudadanos que creen reconocer a alguien en ese rostro curtido. Los agentes tamizan y siguen cada pista hasta el final, con obstinación. Aunque el trabajo no está acabado y hay una sensación de optimismo controlado en el grupo de homicidios, el Comandante Rogero sigue pidiendo colaboración ciudadana: «Buscamos a un hombre que el día del crimen llegara a casa con los zapatos llenos de barro, con arañazos o heridas o que se deshiciera por entonces de un vehículo tipo Renault de color blanco». Así se resolvió el asesinato de Rocio Wanninkhof. Cecilia, la ex mujer de Tony King recordó que al día siguiente de la muerte de Rocío, este llegó a casa con heridas. Utilizó una excusa inverosímil para explicarlas. Años más tarde, ocurrió exactamente lo mismo horas después del asesinato de Sonia Carabantes. Justificaciones sin sentido, contradictorias y arañazos. Todo aderezado con un extraño comportamiento. Unió cabos. Llamó a la Policía. Se hizo la prueba del ADN. Coincidía: era el mismo que Científica había recogido de los dos lugares donde se habían cometido los crímenes de las dos muchachas.
En este caso la Guardia Civil tiene el semen del asesino. Dejó su rastro tras mantener una relación sexual con su víctima. No se sabe si consentida o no. Algo ocurrió después. Eva, ya vestida, huyó corriendo. Su agresor la persiguió y la apuñaló con un cuchillo de unos 8 centímetros hasta diecinueve veces por la espalda. Ninguna mortal. La dejó tirada sobre el barro, desangrándose, mientras la lluvia intensa caía sobre ella. Allí quedaron las huellas de pisadas de ambos. La del varón, tamaño 42 aproximadamente y zapato clásico, tipo mocasín.
La autopsia estableció que Eva murió entre las 02:00 y las 06:00 de la mañana. Si el recuerdo de la nueva testigo sirve para resolver el caso, significaría que el asesino regresó a la escena porque había olvidado algo, una prueba que podría comprometerle.
Objetivo: Varón de 40 años y 80 kilos
- Varón con edad entre 35-40 años en el año 1997.
- 1,70- 1,80 de altura. Complexión gruesa, 75-80 kilogramos de peso.
- Pelo castaño, corto y de punta en la parte superior.
- Cara cuadrada y curtida, con ojos negros y hundidos.
- La ropa que llevaba aquel día era: chaqueta oscura de traje, camisa abierta de color claro y un jersey de pico de color azul o gris claro.
- «Cualquier dato, por pequeño que sea, nos puede ayudar a resolver el caso», apunta el comandante Rogero. 696892250 ó casoevablanco@guardiacivil.org
El enigma del 343110
La joven Eva Blanco tenía un diario secreto. La última anotación rezaba así: «Sólo diré, sólo escribiré una cosa. Miguel T.Q. By Evita». A aquel Miguel se le localizó y quedó descartado como culpable del asesinato por la prueba de ADN. Pero dentro de esas páginas hay un enigma que quizá sirva para poner nombre a su asesino, y que todavía no ha sido resuelto. Éste es el gran misterio que queda por resolver. Blanco escribió en una libreta de forma compulsiva más de 200 veces y con cinco tintas de bolígrafo diferentes: «Eva y 343110». La fórmula parece que responde a un patrón, pero ¿cuál?. En su día, la joven también escribió: «Eva y Miguel». Los investigadores creen, por tanto, que el número, que aún no ha podido ser descodificado, esconde un nombre, un gran secreto. Aunque permanece todavía sin resolver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario