sábado, 6 de octubre de 2012

Casen, el niño que no se puede abrazar

Casen, el niño que no se puede abrazar

Para una madre abrazar a su bebé es algo común y corriente, pero para Jenna Buswell no. Ella no puede hacerlo, porque su hijo Casen, de siete meses, sufre una rara y grave enfermedad vascular que lo hace muy sensible al contacto demasiado estrecho. Un apretón cariñoso podría llenarlo de dolorosos hematomas y provocarle dificultades para respirar.
Casen padece una rara enfermedad vascular que hace que sus vasos sanguíneos, la piel y los músculos se endurezcan, un proceso que se agrava a medida que vaya creciendo.
"Cuando esto ocurre es difícil notarlo y áreas de su cuerpo son tan sensibles que tenemos que tener mucho cuidado", explica la madre del bebé.
La enfermedad que sufre Casen es tan rara que solo hay 14 casos conocidos en el mundo. Es un padecimiento vascular genético llamado malformación glomovenosa congénita.
Cuando el pequeño nació su madre le notó unas lesiones en el cuello, pero solo nueve semanas después un genetista pudo explicar qué le pasaba a su hijo.
Casen tendrá que someterse a tratamientos mensuales con láser durante un máximo de tres años para evitar que sus vasos se endurezcan. Solo así el niño tendrá una oportunidad de vivir una vida normal.
"Mi esperanza es que él esté fuerte para hacer todas las cosas que los niños pequeños deben hacer. Correr, andar en bicicleta, jugar con su hermana", dijo su madre. "Crecer y vivir una vida bastante normal."

“Intentaron desnudarme. Me resistí y lo pagué”

Me quisieron impedir llegar al juicio a Ángel Carromero. Alrededor de las cinco de la tarde del 4 de octubre, un amplio operativo a las afueras de la ciudad de Bayamo detuvo el auto en que viajábamos mi esposo y yo, junto a un amigo. “Ustedes quieren boicotear al tribunal”, nos dijo un hombre vestido completamente de verdeolivo, para inmediatamenteproceder a detenernos. El operativo tenía las dimensiones de un arresto hecho contra una banda de narcotraficantes o de la captura de un prolijo asesino en serie. Pero en lugar de tan amenazantes personas, solo había tres individuos que deseaban participar de oyentes en un proceso judicial, asomarse al interior de la sala de un tribunal. Le habíamos creído al periódico Granma cuando publicó que el juicio era oral y público. Pero ya saben, Granma miente.
No obstante, al arrestarme, en realidad me estaban regalando experimentar periodísticamente el otro lado de la historia. Vivir en la piel de Ángel Carromero cómo se estructura la presión alrededor de un detenido. Saber en carne propia los intríngulis de un Departamento de Instrucción del Ministerio del Interior. Lo primero fueron tres mujeres uniformadas que me rodearon y me quitaron el móvil. Hasta allí era una situación confusa, agresiva, pero todavía no tenía visos de violencia. Después, esas mismas fornidas señoras me introdujeron en un cuarto e intentaron desnudarme. Pero hay una porción de uno mismo que nadie puede arrancarnos. No sé, quizás la última hoja de parra a la que nos aferramos cuando se vive bajo un sistema que lo sabe todo sobre nuestras vidas. En un mal y contradictorio verso quedaría como “podrás tener mi alma… mi cuerpo no”. Así que me resistí y pagué las consecuencias.
Después de ese momento de máxima tensión le llega el turno al policía "bueno”. Alguien que se me presenta diciendo que lleva el mismo apellido que yo –como si eso sirviera de algo- y que le gusta “dialogar”. Pero la trampa es tan conocida, se ha repetido tanto, que no caigo. Me imagino de inmediato a Carromero sometido a la misma tensión de amenaza y “buen talante”… difícil sobrellevar algo así por largo tiempo. En mi caso, recuerdo haber tomado aliento y después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”. Necesitaba una certeza y la reiteración me la daba. El estribillo me hacía sentirme fuerte frente a personas que han estudiado en la academia los diversos métodos para ablandar la voluntad humana. Una obsesión era todo lo que me urgía para enfrentarlos. Y me obsesioné.
Después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”
Por un rato parecía que había sido en vano mi insistente cantaleta, pero después de la una de la madrugada me permitieron hacer la llamada. Unas pocas frases con mi padre, a través de una línea evidentemente pinchada y ya todo quedaba dicho. Podía entonces entrar en la otra etapa de mi resistencia. La llamé “hibernación”, porque cuando se nombra algo es como sistematizarlo, creérselo. Me negué a comer, a beber cualquier líquido; me negué al examen médico de varios doctores que trajeron a revisarme. Me negué a colaborar con mis captores y se los dije. No podía despegar de mi mente el desvalimiento de Carromero en más de dos meses lidiando con aquellos lobos que alternaban con el papel de oveja.
Una buena parte del tiempo toda mi actividad la filmaba una cámara que un sudoroso paparazzi manejaba. No sé si algún día pondrán alguna de esas tomas en la televisión oficial, pero organicé mis ideas y mi voz para que no pudieran ser transmitidas menoscabando mis convicciones. O les mantienen el audio original con mi demanda, o tienen que repetir la chapuza de sobreponerle la voz de un locutor. Traté de hacerles lo más difícil posible la edición posterior de aquel material.
Solo hice un pedido en 30 horas de detención: necesito ir al baño. Yo estaría preparada para llevar la batalla hasta el final, pero mi vejiga no. Después me llevaron a un calabozo-suite. Había pasado horas en otro que tenía una rara mezcla de barrotes y cortinas, con un terrible calor. Así que llegar al salón más amplio, con televisor y varias sillas, que desembocaba en una habitación con una cama realmente apetecible fue un golpe muy bajo. Solo de mirar el estampado de las cortinas, tuve el presentimiento que era el mismo lugar donde habían hecho la primera grabación que circuló en Internet de las declaraciones de Ángel Carromero.
Aquello no era una habitación, era un set. Lo supe de inmediato. Así que me negué a acostarme sobre la sobrecama recién tendida y a poner mi cabeza sobre las tentadoras almohadas. Me fui a una silla en un rincón y me acurruqué. Dos mujeres vestidas de militar me vigilaban todo el tiempo. Yo estaba viviendo el deja vú de otro, el recuerdo del escenario en el que transcurrieron los primeros días de detención para Carromero. Ya lo sabía y era duro. Una dureza que no estaba en el golpe o en la tortura, sino en la convicción de que no se podía confiar en nada de lo que ocurría dentro de esas paredes. El agua podía no ser agua, la cama más bien parecía una trampa y el doctor solícito estaba más cerca del soplón que del galeno. Lo único que quedaba era sumergirse en los abismos del “yo”, cerrar las compuertas con el afuera y eso hice. La fase “hibernación” derivó en un letargo auto provocado. Ya no pronuncié una palabra más.
Para cuando me dijeron que me “iban a trasladar hacia La Habana”, me costó despegar los párpados y mi lengua parecía salirse de la boca por los efectos de la prolongada sed. Sin embargo, yo sentía que los había vencido. En un último gesto, uno de mis captores tendió su mano para ayudarme a subir al microbús donde también estaba mi esposo. “No acepto cortesía de represores”, lo fulminé. Y volví a tener un último pensamiento para el joven español que vio torcerse su vida aquel 22 de julio, que tuvo que bregar entre todos aquellos engaños.
Al llegar a casa supe de los otros detenidos y de que la propia familia de Oswaldo Payá no pudo entrar a la sala penal. También del pedido de siete años hecho por el fiscal contra Ángel Carromero y de la condición de “concluso para sentencia” en que quedó el juicio de este viernes. Lo mío era solo un tropezón, el gran drama sigue siendo la muerte de dos hombres y el encierro de otro.

DERRAME CEREBRAL


Una aguja puede salvar la vida de alguien con comienzo de ACV (derrame cerebral)
Vale la pena 2 minutos de lectura
Una aguja puede salvar la vida de un
paciente con principios de derrame... Dicho por un profesor chino.
Guarda una jeringuilla o una aguja de coser para hacer esto - es un método no convencional para recuperar a alguien de un derrame cerebral.
Cuando vea que alguien es víctima de un
derrame, manténgase calmado.
Independientemente de donde esté la víctima, no la mueva del lugar.
Cuando sucede el derrame, las venas capilares en el cerebro van gradualmente rompiéndose.
Si mueven a la persona las venas capilares se van a romper.
Si tiene en su casa una jeringuilla mejor. Si no
tiene, puede utilizar una aguja de costura o un alfiler.
1. Caliente la punta de la aguja para esterilizarla y más adelante de un pinchazo
en todos los dedos de las manos del paciente.
2. No hay puntos específicos en los dedos para acupuntura, sino que puede pinchar a 1 milímetro cerca de la uña.
3. Pinché hasta que la sangre comience a salir.
4. Si la sangre no comienza a salir,
entonces presione con sus dedos.
5. Cuando todos los dedos comiencen a sangrar, espere algunos minutos y empiece a friccionar los lóbulos de las orejas del paciente hasta que se pongan rojos.
6. Pinche cada uno de los lóbulos de las orejas hasta que empiece a salir una gota de sangre de cada lóbulo.
Después de algunos minutos la persona comenzará a recuperar las facultades.
Espere hasta que recupere el estado normal y sólo entonces llévele para el hospital. Si
es conducido apresuradamente para el hospital, el viaje turbulento va a hacer que los vasos capilares del cerebro se rompan.
'Aprendí a sacar gotas de sangre para salvar vidas a través de un doctor de medicina tradicional de la China. Se llama Ho Bu Ting. Tenía experiencia práctica en el tema y pude más adelante comprobar que este método
es el 100% eficiente.
En 1979, siendo profesora de la Universidad
de Fung Gaap en Tai Chungkin, una tarde, un profesor de otra aula, entró corriendo a mi
sitio y me dijo 'señora Liu, venga rápidamente, nuestro supervisor está teniendo un derrame! Corrí inmediatamente hasta donde se encontraba el Señor Chen Fu, quien estaba pálido, su hablar eran sólo susurros, la boca la tenía torcida - síntomas de un derrame.
Pedí inmediatamente a uno de los estudiantes
comprar en una farmacia una jeringuilla y empecé a pinchar al Señor Chen en todos los dedos. Cuando todos los dedos estaban sangrando (cada uno de los dedos con una gota de sangre del tamaño de un guisante),
el Señor Chen comenzó a recuperar su color.
Pero la boca continuaba torcida. Entonces,
tiré de los lóbulos de los oídos de él por completo para que aflorara la sangre.
Cuando sus oídos habían comenzado a ponerse rojos, pinché el lóbulo del oído derecho por 2 veces para que empezara a salir sangre, dos gotas y, más adelante el lóbulo el oído izquierdo. Entre los 3 y 5 minutos la forma de la boca se volvió normal y su manera de hablar llegó a estar clara. Lo dejamos descansar un poco y luego lo llevamos para el hospital.
Estuvo en reposo por una noche y al día
siguiente le habían dado de alta y pudo regresar a su aula.
Todo funcionó normalmente. No apareció ninguna enfermedad derivada de los primeros auxilios que le fueron aplicados.
Las víctimas de derrame sufren normalmente
daños irremediables en los vasos capilares del cerebro durante el traslado para el hospital. Como resultado, estas víctimas nunca se recuperan.
El derrame cerebral es la segunda causa de muerte en el mundo. Los que tengan suerte pueden sobrevivir, solamente que ellos pueden quedar paralíticos o con alguna lesión para toda la vida. Cosa horrible de suceder en la vida de alguien.







BUENÍSIMO DE VERDAD.

 Empieza aquí la historia............ 

Todo sucedió cerca de Talavera de la Reina, en la carretera N-V. Un hombre, cuyas iniciales eran A.J.M., conducía bajo los efectos del alcohol, cuando fue obligado a detenerse por una patrulla de la Guardia Civil que estaba llevando a cabo un control rutinario de alcoholemia.

Mientras la pareja de guardias civiles le estaba pidiendo la documentación, tuvo lugar muy cerca de allí, a unos escasos 300 metros, una colisión entre dos vehículos.

Dicho acontecimiento obligó a los agentes a alejarse durante unos minutos de allí para socorrer a los accidentados.

Aprovechando la circunstancia, el conductor, que presuntamente estaba bebido, se dio a la fuga.
 

Cuando A.J.M. llegó a su domicilio, y tras meter el coche en el garaje y cerrar éste con llave, le dijo a su mujer que, si alguien preguntaba, dijera que él había pasado toda la noche en casa.

Le pidió, en definitiva, que mintiera para salvarlo de la pérdida de seis puntos.
 

No obstante, tres horas después aparecieron dos agentes de la Benemérita en su puerta.

Tanto el conductor como su cónyuge aseguraron que habían estado juntos toda la noche en casa.

Juraron y perjuraron, hasta que los agentes les dijeron que les mostrasen su garaje.
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Allí estaba, solo y con las luces superiores aún encendidas:  
El coche patrulla de la Guardia Civil.