viernes, 3 de febrero de 2012

JESÚS GILES "EL VESTIDO"

EXTREMADURA 3D


EXTREMADURA 3D from daniel salas alberola on Vimeo.


Impresionante
 Un chaval de 2º Bachiller de Badajoz ha escrito esto  (Esto SI es para reenviar)


Es bueno ver que hay jóvenes dispuestos a cambiar el mundo

                    Carta a un maltratador

Fernando Orden Rueda 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?
Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría..
Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera  (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender..
Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared.. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.
Me puse contento antes de tiempo.
Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…
Y sucedió.
Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.
Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.
Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.
Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.

¿Y TU QUE DICES.....?

Un gaditano entra en un bar de las Ramblas en Barcelona y pide una copa de vino. Le dice al camarero pero que sea de Jerez o de Moriles, no lo quiero del Priorato. Póngame unas aceitunas, pero que sean de Jaén, Córdoba o de Sevilla, no vaya a ponérmelas de Lérida o Tarragona. Por favor un platito de jamón, pero de la sierra de Huelva, de Jabugo o Aracena, no vaya a ponerlo de Gerona. El camarero ya un poco mosqueado le dice: ... y si tanto le gustan las cosas de Andalucía, ¿ porqué se ha venido a Cataluña ? Responde el gaditano. Pues verá usted se lo voy a decir. Resulta que he discutido con mi mujer y me ha mandado a la mierda...., y aquí estoy.

EL NEGRO

 
              Rosa Montero,
              escritora española .
        Mundo

        La
        prestigiosa escritora española Rosa Montero publicó en su columna una
        anécdota refrescante y conmovedora sobre la convivencia entre
        extranjeros y los nacionales de un país. El artículo titulado 'El
negro'
        ha causado gran conmoción entre la población inmigrante de
        España.
        Jueves 12
        Enero 2012
        Una historia de
        apenas tres párrafos se convirtió en el artículo más leído del
periódico
        el País de España, en su página de internet. Son líneas conmovedoras
        sobre la inmigración, uno de los temas más delicados y que mayor
        preocupación genera entre los ciudadanos europeos. La anécdota que
        cuenta Rosa Montero es uno de los temas más comentados en redes
sociales
        y considerada por el escritor brasilero Paulo Coelho como lectura
        obligada. Este es el
        mensaje:

‘El
        negro’
        Estamos en el comedor
        estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e
        inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el
mostrador
        del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte
que ha
        olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al
regresar,
        descubre con estupor que un chico negro, probablemente
subsahariano por
        su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.


De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero
        enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está
        acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del
        europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para
        pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de
        vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse
        frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano
contesta
        con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a
comer de
        la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
compartiéndola con
        exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se
toma
        la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del
mismo
        plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la
otra de
        la pieza de fruta.

Todo ello trufado de múltiples sonrisas
        educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y
        comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se
        levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina
        detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una
silla
        y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa,
        que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo,
        recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A
        todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con
        condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los
        prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la
pobre
        alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el
africano,
        él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez
        pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

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