martes, 31 de enero de 2012

EL VALLE DE LOS CAÍDOS.

 Antes  de   promulgar  la  Ley  de  la  "Memoria  Histórica",  quizás hubiese  convenido  derogar  la  "Ley  del  Silencio"  que,  en perjuicio de  todos,  vencedores  y  vencidos,  ha  regido  en  torno  al Valle  de  los  Caídos.
Como  nunca  se  dieron  a  conocer  datos  sobre  la  construcción de  la  obra,  un  informe  elaborado  en  2006  por  el  socialista maltés  Leo  Brincat  para  el  Consejo  de  la  Unión  Europea  «con objeto  de  que  se  condene  internacionalmente  a  la  dictadura franquista»,  insistía  en  cifras  que,  después  de  muchas investigaciones,  han  sido  rectificadas.

 Por ejemplo, el número de presos políticos que trabajaron en
las obras. Según la prensa de la época, a finales de 1943,
trabajaban en el valle seiscientos obreros.  En el libro que
escribió el arquitecto director, don Diego Méndez, se señala
que «durante los quince años que duraron los trabajos
intervinieron dos mil hombres (y ni todos a la vez, ni todos
penados)». O sea que es un error de bulto la cifra dada por TVE
hace poco, en «Memoria de España», al decir que en las obras
intervinieron veinte mil presos políticos.
Los documentos rectifican estos datos del director y elevan la cifra de obreros a
2.643, de los cuales el número de penados no eran ni un diez por ciento: 243.
De estos 243 presos, que se
habían acogido libremente a
la «redención de penas por
el trabajo» (seis días de
redención por cada uno
trabajado) en 1950, nueve
años antes de que
terminaran las obras,
asegura la Fundación
Francisco Franco que ya no
quedaba en el Valle ni uno
solo político; y,
curiosamente, sí presos
comunes que quisieron
beneficiarse de condiciones
tan favorables para poder
redimir sus penas.
 En 1979, con Franco ya
desparecido, Francisco
Rabal me comentó en
pantalla que, en los años
cuarenta, el único trabajo
que encontró su padre,
que era tunelero, fue el de
horadar el Risco de la
Nava, en cuyo interior se
construiría la Basílica.
Los Rabal, de ideas
comunistas, estaban
contratados y ocupaban
viviendas que se habían
construido para los
trabajadores.


 Poblado  para  trabajadores
También con su padre, a
quien condenado a muerte
se le conmutó la pena y
luego se acogió a la
redención de pena por
trabajo, estuvo viviendo allí
Gregorio Peces Barba. A los
cuatro meses de permanecer
allí toda la familia, el padre
del político recibió la
libertad condicional y
explicó que «no puedo decir
que he estado arrancando
piedras en el Valle, sería
estúpido decir eso; no
hubiera sido demasiado útil
arrancando piedras… yo
estaba trabajando en las
oficinas».

 No en las oficinas, sino en
el dispensario, estuvo otro
preso que llegó de los
primeros al Valle, en 1940,
para redimir pena por
trabajo: el doctor Ángel
Lausín. Redimida la pena,
ya libre, decidió quedarse
en el Valle hasta el final de
las obras. Su testimonio
como médico titular es que
«en dieciocho años de obra
faraónica hubo sólo
catorce muertos». Menos
de los que hoy se registran
en nuestras carreteras
durante un fin de semana.






 Se  puede  hablar  de  «obra  faraónica»  puesto  que  se  trata  de  una
de  las  obras  más  colosales  no  sólo  del  siglo  sino  de  la  historia.
La  Basílica  es  el  mayor  templo  del  mundo  con  una  capacidad  de más  de  veinticuatro  mil  personas  en  su  nave  de  trescientos metros de  longitud.  Fuera,  en  la  plaza,  caben  otras  doscientas  mil almas.

 La cruz no tiene parangón,
si a sus ciento cincuenta
metros, altura superior a la
Torre de Madrid, añadimos
su «base» que es el Risco
de la Nava, de mil
cuatrocientos metros de
altitud. Pero el dato más
increíble es que por el
interior de los brazos de la
cruz, un crucero de 46
metros, pueden circular
simultáneamente dos
automóviles.


 En  cuanto  al  costo  de
una  obra  de  tales
proporciones  se  han
barajado  cantidades
astronómicas,
reprochando  al
régimen  de  Franco  un
gasto  impropio  de  un
país  empobrecido.  Las
últimas  cifras
conocidas  hablan  de
que,  al  cerrarse  las
cuentas,  se  habían
invertido  1.033
millones  de  pesetas.

 Este gasto hace tiempo
que fue amortizado con
los cuatrocientos mil
visitantes anuales que
contabiliza el
Patrimonio Nacional en
éste que es su tercer
monumento más
visitado, tras el Palacio
Real y El Escorial.
Por  otra  parte,  los  mil  millones  de  pesetas,  que  si  bien entonces  hubieran  permitido  construir  tres  estadios  como  el Santiago  Bernabeu,  hoy  son  «sólo»  seis  millones  de  euros, que  es  el  precio  que  puede  pagar  por  un  jugador  cualquier equipo  de  fútbol  español  de  primera  división.
En cuanto al «salario del miedo» en los trabajos forzados, frente a las acusaciones de represión y
«esclavitud» que adjudican al
franquismo en la obras del
Valle los grupos de izquierda y
que reclaman recuperar la
Memoria Histórica, la derecha
presenta documentos con el
objeto de demostrar que los
presos, además de redimir
pena por trabajo, percibieron,
al principio, un jornal mínimo
de siete pesetas más la
comida, que pronto se elevó a
diez pesetas diarias, más
pluses por trabajo a destajo o
por peligrosidad, lo que unido
la vivienda y escuela gratuitas
les permitió llevar a sus
familias a residir en el Valle.

 Nos recuerdan que un sueldo
de trescientas a
cuatrocientas pesetas
mensuales, en los años
cuarenta y primeros
«cincuenta», era lo que
cobraba un profesor adjunto
en la Universidad. Y el
médico del Valle, el ya
mencionado Dr. Lausín,
superaba las mil pesetas
mensuales, como el maestro,
don Gonzalo –ex condenado
a muerte– mil también; o el
practicante, el señor Orejas,
que cobraba más de
quinientas.


 La España de finales de la
obra no tenía nada que ver
con la de los años cuarenta.
Lógico; en l959, cuando se
inaugura el Valle de los
Caídos, ya lleva tres años
funcionando en España la
televisión y hay casi un
millón de receptores, visita
nuestro país y abraza a
Franco el vencedor de Hitler,
Dwight D. Eisenhower,
presidente de los EE.UU., y,
en el mes de diciembre, un
tren de alta velocidad
entonces, el TALGO, une
Madrid y Barcelona.
Se considera pues un despropósito la cifra de cincuenta céntimos que se ha llegado a publicar como salario que recibían los penados. Cabe pensar que tal insultante cantidad no hubiera sido consentido por los falangistas, como José Antonio Girón, ministro de Trabajo a la edad de veintinueve años, y que emprendió una política social que asustó a la derecha conservadora; ni tampoco por los arquitectos Muguruza o Méndez, autor y director del proyecto, ni por el progresista Juan de Ávalos, el artífice del conjunto escultórico del Valle de los Caídos.
Juan de Ávalos era un republicano de izquierdas, carnet número 5 ó 7 del PSOE de Mérida. Este dato no impidió que Franco le encargara la realización de su empresa predilecta. Ávalos explicaba que él ganó «un concurso para hacer unas estatuas con un equipo donde no había
'esclavos' y que fue una obra
hecha con la vergüenza de
haber sufrido una guerra
increíble entre hermanos y para
enterrar a nuestros muertos
juntos». El famoso escultor
nunca me quiso decir la
cantidad que cobró por las
gigantescas cabezas de los
evangelistas que figuran al pie
de la Cruz, por las virtudes y
por la Piedad, pero hay que
pensar que fue bien retribuido.

 Tampoco estuvo mal pagado
otro escultor, autor del
auténtico protagonista del
Valle, el Cristo «vasco» que
preside el altar mayor de la
Basílica. Nos referimos al
artista guipuzcoano Julio
Beobide. Porque en el Valle,
como en «el monte del
olvido» de la canción, están
clavadas no una sino dos
cruces. El generalisimo
«pasó» de política en el
valle. En realidad las dos
cruces del Valle son
«vascas». Pedro Muguruza
es el «padre» de la del
exterior, la de 150 metros, y
Beobide de la del interior, la
del altar.
 En  1940,  Franco,  siempre  previsor  –recuerden  lo  de  «atado  y
bien  atado»–,  respecto  al  Valle,  lo  tenía  todo  «cortado  y  bien
cortado».  Hasta  la  madera  para  hacer  su  pieza  favorita:  un  gran
crucifijo  que  en  el  altar  mayor  de  la  Basílica  es  lo  único  que
permanece  iluminado  durante  la  Consagración,  cuando  se
apagan  todas  las  luces  del  templo.

 La madera para hacer la cruz
de este Cristo la había
elegido el propio Franco en
la sierra al ver la forma de la
rama de una sabina. La
sabina es apreciada por su
madera hermosa, fuerte y
olorosa, ideal para fabricar
violines y castañuelas. Pero
ahora venía lo más difícil:
tenía que buscar alguien
capaz de tallar «el Cristo
más importante del siglo
XX».




 Y el Caudillo volvió a tener lo que le atribuían los moros: «baraka»,
suerte. Ese mismo verano, al ser invitado a una fiesta que daba el
pintor Zuloaga en su casa de Zumaya, descubre en su capilla una
figura que le deja deslumbrado. Es, precisamente, el Cristo que
siempre había soñado para el altar mayor del Valle. Le pregunta
quién es el autor de esta talla que el propio Zuloaga había
policromado. Don Ignacio duda si ocultárselo, pero le acaba
confesando que es de Beobide, un escultor nacionalista vasco.


 Zuloaga también engaña,
al principio, al escultor
diciéndole que un
americano se ha
interesado por una copia
del cristo que había hecho
para su capilla. Franco
sorprende a Zuloaga
cuando le contesta que no
le importa cómo piense
políticamente el escultor.
Además, lo que él quiere es
que ese Cristo, en el altar
del Valle de los Caídos, sea
el símbolo de la
conciliación.

 En ese momento el Cristo
de Beobide empezó a
entrar en la leyenda, y a
circular en torno a él una
curiosa historia. Para
salvar la cara al pobre
Beobide se contó que
Zuloaga, cuando encarga
al escultor otro Cristo para
un americano, le oculta
quién es el cliente,
«porque de saber su
destino jamás hubiera
realizado el trabajo». Una
falacia porque Beobide
supo pronto para quién y
para dónde era el Cristo
que le pedía Ignacio
Zuloaga.

Y la prueba es el talón,
por veinte mil pesetas –lo
que entonces costaba un
buen piso– que se le
ingresa en su cuenta
bancaria por orden de
Franco, según se le
comunica en carta de la
Jefatura del Estado
fechada en el Palacio de
Oriente el 23 de Junio de
l941, un año después de
la visita del general a
Zumaya, y donde se le
pide «acuse de recibo».

 Franco nunca pensó en que le enterraran bajo ese
Cristo. A Franco, otra vez la «cara» y la «cruz» del
Valle, por culpa de las «broncas» que le organizaban
allí los falangistas, creo que ya no le gustaba que le
llevaran a Cuelgamuros… «ni vivo, ni muerto».

 Pero  le  ocurrió  lo  de  siempre
y,  a  quien  nadie  se  había
atrevido  a  contradecir  en
vida,  no  se  le  respetó  su
última  voluntad.  Franco  tenía
previsto  que  le  enterraran  en
el  Cementerio  de  El  Pardo,
donde  descansan  todos  los
personajes  del  Régimen,
pero  al  ver  que  su  muerte
estaba  próxima,  su  familia  y
los  altos  cargos  del  Estado,
incluido  el  Príncipe  Juan
Carlos,  deciden  que  su
cuerpo  descanse  en  el  Valle
de  los  Caídos.  Y  es  el  futuro
rey  quien  ha  de  solicitar  el
enterramiento  a  la
comunidad  benedictina  que
rige  la  Basílica.


 Hace poco, la periodista
Victoria Prego ha publicado
algún dato más que confirma
esta realidad: «En los
últimos días de la
enfermedad del general,
Arias Navarro preguntó a su
hija Carmen si se le iba a
enterrar en el Valle y la
respuesta fue 'No'». Y
continúa Prego: «Lo que sí
consta es que las obras para
acondicionar una tumba al
otro lado del altar se
realizaron a toda prisa,
estando ya el dictador
irremediablemente
enfermo».

 Así fue y yo aporto este otro
dato que aclara
definitivamente que Franco
no construyó el Valle para
que fuera su gran mausoleo:
De labios de un oficial de su
escolta al que encargaron
preparar su tumba en un par
de semanas, escuché los
problemas que hubo que
resolver, incluso de
inundación por rotura de
cañerías, para hacer una
fosa imprevista detrás del
altar, ya que en su día sólo
se hizo la fosa para enterrar
los restos de José Antonio.


 Pero  dejemos  que  Victoria  sume  otro  argumento  valioso:
«Consta  también,  y  hay  testimonio  de  ello,  que  a  comienzos  de
los  70,  Franco  envió  a  su  mujer  a  visitar  la  cripta  de  la  ermita
del  cementerio  de  El  Pardo,  que  está  adornada  por  los  mismos
artistas  que  participaron  en  la  decoración  del  Valle  de  los
Caídos.  Y  consta  que  en  esa  cripta  había  una  urna  funeraria
con  capacidad  sobrada  para  dos  cuerpos  y  que,  una  vez
enterrado  Franco  en  Cuelgamuros,  esa  urna  fue  retirada.  Y
finalmente  consta  que  allí  reposan  ahora  en  solitario  los  restos
de  su  viuda,  Carmen  Polo».


 ¿Cuántos restos, además de los de José Antonio y Franco, hay de
verdad en el Valle de los Caídos? La cifra, siempre discutida, se ha
movido de setenta mil a treinta mil. Pero ya está bien de contar
muertos. Que descansen todos en paz bajo las dos cruces: la de
fuera, del arquitecto vizcaíno Pedro Muguruza, y la de dentro de la
Basílica, del escultor guipuzcoano, Julio Beobide.


 Vasco era también Carmelo Larrea, el autor de la canción «Dos
cruces» donde se decía que «están clavadas dos cruces en el
monte del olvido». No estaría mal que también el Valle de los
Caídos fuera «el Valle del Olvido». No siempre es bueno recordar
y ya es un tópico que «hay que recordar para no repetir».
Lo  mejor  para  no  repetir  es  perdonar.  Y  olvidar.  No  puede  ser  lo de  «yo  perdono  pero  no  olvido».  Hay  que  olvidar  todos  los muertos;  los  mil  muertos  de  ETA  y  los  millares  de  la  Guerra  Civil. Este  «perdón  histórico»  y  con  «olvido  colectivo»  puede  ser, además,  «políticamente  más  correcto».












Agrupación Deportiva Parla
31/01/21012- NIKE + FOOTBALL.

La firma deportiva Nike, famosa en todo el mundo y patrocinadora de grandes clubes y deportistas de todas las modalidades, a traves de sus representantes legales en Madrid, Borja García Hernández y Pablo Santamaría García han elegido la ciudad de Parla y a la AD Parla como unos de los clubes representativos para realizar sus Trials en Madrid dada la repercusión que nuestro club tiene dentro del fútbol madrileño.
Los jugadores de la primera plantilla pudieron probarse diferentes prendas deportivas de la marca Nike de última generación durante el entrenamiento del viernes.
Desde esta, nuestra entidad, agradecemos a la firma Nike la especial atención que ha tenido con la AD. Parla, confirmando a nuestro club como uno de los más importantes de Madrid.



Ana Botella y Alejandro Blanco presentan las que serán las señas de identidad de la candidatura y a los profesionales que la promocionarán.

NATIONAL GEOGRAFÍ