viernes, 3 de junio de 2011

CADA DÍA UN CUENTO HOY:

                 24-Hermano y Hermana   

Un joven hermano tomo de la mano a su joven hermana y le dijo:
-"Desde que nuestra madre murió no hemos tenido felicidad. Nuestra tutora nos golpea a diario, y si nos acercamos a ella, nos patea con sus pies. Nuestras comidas es el pan viejo que sobró días antes, y el perrito que se sienta bajo la mesa lo pasa mejor que nosotros, pues a menudo le tira una buena porción. Que el Cielo tenga piedad de nosotros. ¡Si sólo lo supiera nuestra madre! Ven hermana, tomemos esta canasta con algunas frutas y vamos a recorrer el ancho mundo"-
Caminaron todo el día por verdes campos y praderas, y lugares pedregosos, y cuando empezó a llover la hermana dijo:
-"El Cielo y nuestros corazones están llorando juntos."-
Al anochecer llegaron a un gran bosque, y estaban tan cansados por la tristeza, el hambre y la larga caminata que se acurrucaron en un hueco y se durmieron.
Cuando al día siguiente despertaron, ya el sol estaba en lo alto, y brillaba caliente entre los árboles. Entonces el hermano dijo:
-"Hermana, tengo sed, si llego a encontrar alguna pequeña naciente, iré y tomaré agua. Me parece escuchar una corriendo cerca."-
El hermano se levantó y tomando a su hermana por la mano, salieron a buscar la naciente.
Pero la malvada tutora era una hechicera, y notó que los jóvenes se habían ido, y los siguió sigilosamente, como lo hacen las hechiceras, y embrujó a todas las nacientes del bosque.
Ahora que ellos habían encontrado una naciente brillante y salpicante sobre las piedras, el hermano iba a beber agua de ella, pero la hermana oyó un murmullo en la corriente que decía: 
-"¡Quien beba de mí, se convertirá en tigre, quien beba de mí, se convertirá en tigre!"-
Entonces ella gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te convertirás en una bestia salvaje y me harías trizas."-
El hermano no bebió, aunque estaba muy sediento, pero dijo:
-"Esperaré por el próximo arroyo."-
Cuando llegaron al siguiente arroyo, la hermana oyó al arroyo que también decía:
-"¡Quien beba de mí, se volverá lobo, quien beba de mí, se volverá lobo!"-
Entonces la hermana gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te volverás lobo y me devorarás!"-
El hermano no bebió, pero dijo:
-"Esperaré una vez más hasta el próximo arroyo, pero entonces beberé, no importa lo que digas, ya que mi sed es muy grande."-
Y cuando llegaron al tercer arroyo, la hermana escuchó su susurro que decía:
-"¡Quien beba de mí, se convertirá en corso, quien beba de mí, se convertirá en corso!"-
Entonces ella gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te convertirás en corso y me abandonarás!"-
Pero el hermano se arrodilló de una vez sobre el arroyo, y apenas había empezado a tomar un sorbo del agua, cuando se convirtió allí mismo en un joven corso.
Y ahora la hermana lloró sobre su pobre hermano embrujado, y el pequeño animal lloró también, y se sentó junto a ella. Pero al fin la joven dijo:
-"¡Quédate tranquilo querido corsito, yo nunca, nunca te dejaré!"-
Ella se soltó su prendedor de oro y lo puso en una suave cuerda, lo anudó muy bien y se lo colocó al corso alrededor del cuello. Con eso ella se mantuvo unida con el pequeño animal y lo dirigía, y se adentraron más profundamente en el bosque. 
Y cuando ya habían caminado un largo trecho, llegaron a una pequeña casa, y la joven se asomó. Estaba vacía y ella pensó:
-"Podemos quedarnos aquí y vivir."-
Entonces ella buscó hojas y musgo para hacer una cama para el corso, y cada mañana salía y conseguía raíces y bayas para ella misma, y pasto tierno para el corso, quien comía de su mano, y muy contento jugueteaba a su alrededor. Al anochecer, cuando la hermana estaba cansada, y después de decir sus oraciones, ella posaba su cabeza sobre el lomo del corso como si fuera almohada, y se dormía suavemente allí. Y si solamente su hermano tuviera la forma humana, todo sería una vida feliz .
Siguieron así solos por un tiempo dentro de la foresta. Pero sucedió que un día el rey organizó una gran cacería en el bosque. Entonces el sonido de las cornetas, el ladrido de los perros, y los alegres gritos de los cazadores, se propagaban entre los árboles, y el corso los escuchó, y se puso muy ansioso por estar allá.
-"¡Oh!"- le dijo a la hermana, -"déjame ir a la cacería, no me aguanto las ganas de estar allí."- 
Y tanto le rogó que al fin accedió.
-"Pero"- le dijo ella, -"vuelve al anochecer. Yo cerraré la puerta por miedo a los rudos cazadores, así que tocas la puerta y dices, "Hermana, déjame entrar." y así sabré que eres tú. Y si no dices eso, no abriré la puerta."- 
Entonces el joven corso salió rápidamente, saltando de alegría de estar al aire libre.
El rey y los cazadores vieron al bello corso, y se fueron tras de él, pero no lo pudieron alcanzar, y en los momentos que creían que ya lo tenían, él saltaba veloz entre los arbustos y no podía ser visto. Cuando ya anocheció, él corrió hacia la casita, tocó y dijo:
-"Hermana mía, déjame entrar."-
Entonces la puerta fue abierta para él, y de un salto se tiró en la suave cama y descansó toda la noche.
Al siguiente día la cacería empezó de nuevo, y cuando el corso escuchó de nuevo el bullicio de las trompetas, y el ¡jo! ¡jo! de los cazadores, se inquietó, y dijo:
-"Hermana, déjame salir, debo irme."-
Su hermana abrió la puerta y dijo:
-"Recuerda que debes regresar al anochecer y decir tu palabra secreta."-
Cuando el rey y sus cazadores vieron de nuevo al joven corso con el prendedor de oro, todos lo persiguieron, pero él era demasiado rápido y ágil para ellos. Así pasó todo el día, pero al final de la tarde los cazadores lo cercaron, y uno de ellos le hirió levemente una pata, de manera que corría y saltaba despacio. Entonces un cazador lo siguió hasta llegar al refugio, y oyó cómo él decía:
-"Hermana, déjame entrar."- 
Y vio cómo la puerta se le abría, y se cerraba en cuanto entraba. El cazador tomó nota de todo aquello, y fue donde el rey y le dijo lo que había visto y oído. Entonces el rey dijo:
-"Mañana cazaremos una vez más."-
La hermana, sin embargo, se puso terriblemente asustada cuando vio que su cervatillo estaba herido. Ella le lavó la sangre y le puso hierbas sobre la herida, y le dijo:
-"Vete a la cama, querido corso, que te pondrás bien de nuevo."-
Pero la herida era tan simple que el corso, a la mañana siguiente, ya no sentía molestia alguna.
Y cuando de nuevo oyó el ruido afuera, dijo:
-"No aguanto más, debo ir allá, ellos no me alcanzarán tan fácilmente."-
La hermana gritó y dijo:
-"¡Esta vez te matarán, y yo estoy aquí sola en el bosque olvidada por todo el mundo. No te dejaré salir!"- 
-"Entonces me verás morir de tristeza."- contestó el corso, -"Cuando yo oigo el sonar de las trompetas siento como si tuviera que salirme de mi piel."-
Entonces la hermana no pudo hacer otra cosa y le abrió la puerta con el corazón muy dolido, y el corso, lleno de salud y dicha, se internó en el bosque.
Cuando el rey lo vio, dijo a los cazadores:
-"Ahora persíganlo por todo el día hasta que llegue la noche, pero tengan cuidado de no hacerle ningún daño."-
Tan pronto como se puso el sol, el rey dijo a los cazadores:
-"Ahora vamos y muéstrenme el refugio que está en el bosque."-
Y cuando estuvo frente a la puerta, la tocó y dijo:
-"Querida hermana, déjame entrar."-
Entonces la puerta se abrió, y el rey ingresó, y allí encontró la doncella más adorable que él hubiera visto jamás. La joven se atemorizó cuando en vez de ver al cervatillo, vio a un hombre que llevaba una corona de oro sobre su cabeza. Pero el rey la miró amablemente, le extendió su mano y dijo:
-"¿Vendrías a mi palacio y serías mi amada esposa?"-
-"¡Sí, claro!"- respondió la doncella, -"Pero el cervatillo debe ir conmigo, no puedo abandonarlo."-
-"Estará contigo toda la vida, y nada le faltará." dijo el rey.
Justo en ese momento llegó corriendo el corso, y la hermana lo ató de nuevo con la cuerda, la tomó en sus manos, y salió con el rey alejándose del refugio.
El rey montó a la adorable doncella en su caballo y la llevó a su palacio, donde luego la boda se celebró con gran pompa. Ahora ella era la reina, y vivieron por un largo tiempo juntos, y el corso era atendido y acariciado, y corría en los jardines del palacio.
Pero la malvada tutora, quien fuera la causante de la salida de los jóvenes hacia el mundo, creyó todo el tiempo que la hermana había sido despedazada por las fieras salvajes del bosque, y que el hermano convertido en corso, había sido tirado por los cazadores. Ahora, cuando supo que ellos eran muy felices, y que estaban muy bien, la envidia y el odio se levantaron en su corazón y no tenía paz, y no pensaba en nada más que en cómo llevarlos a la mala situación de nuevo. La propia hija de la tutora, que era horrible como una noche tormentosa, y que sólo tenía un ojo, le dijo quejándose:
-"¡Una reina! Esa debía ser mi suerte"-
-"Tranquilízate"- contestó la vieja mujer, confortándola -"cuando llegue el momento, yo estaré lista."-
Corriendo el tiempo, la reina tuvo un precioso niño, y sucedió que ese día el rey andaba de cacería, así que la vieja hechicera tomó la forma de la criada de la habitación, llegó al cuarto donde la reina reposaba y le dijo:
-"Venga, el baño está listo, le hará mucho bien, y le dará nuevas fuerzas.  Dese prisa antes de que se enfríe."-
Su fea hija estaba por ahí cerca, y llevaron al cuarto de  baño a la débil reina, y la pusieron en el baño. Entonces cerraron la puerta y corrieron. Pero en el baño ellas habían hecho un fuego tan mortal que la joven reina quedó pronto sofocada.
Una vez hecho eso, la vieja mujer tomó a su hija, le puso una gorra de noche en su cabeza, y la acostó en la cama en lugar de la reina. Le dio la forma y apariencia de la reina, solamente que no pudo reponerle el ojo faltante. Pero para que el rey no se diera cuenta esa noche, la acostó del lado en que no tenía ojo. 
Al atardecer, cuando llegó el rey y supo que tenían un hijo, se sintió muy halagado, y fue a la cama de su amada esposa para ver cómo se encontraba. Pero la vieja mujer disfrazada como la criada, rápidamente exclamó:
-"Por la vida de ella, deje las cortinas cerradas. La reina no debe ver la luz todavía, y debe reposar."-
El rey se fue, y no notó que una falsa reina estaba en la cama.
Pero a medianoche cuando todos dormían, la enfermera, que estaba sentada en la enfermería  cerca de la cuna, y quien era la única persona despierta, vio abrirse la puerta y entrar a la verdadera reina. La reina sacó al niño fuera de la cuna, lo puso en sus brazos y lo amamantó. Luego sacudió la almohadilla, acostó al niño y lo cubrió con la cobijita. Tampoco había olvidado al corso, y fue al rincón donde dormía, y le acarició la espalda. Entonces ella salió silenciosamente por la puerta de nuevo. A la mañana siguiente la enfermera preguntó a los guardas si alguien había venido al palacio durante la noche, pero ellos contestaron:
-"No, no hemos visto a nadie."-
Ella llegó así muchas noches, y nunca decía una palabra. La enfermera siempre la veía, pero no se atrevía a contárselo a nadie. Pasado un tiempo de esa forma, la verdadera reina comenzó a hablar cuando llegaba en la noche y decía:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
   Dos veces más vendré, luego nunca más."-
La enfermera no contestó, pero cuando la reina salió, ella fue donde el rey y le contó todo. El rey dijo:
-"¡Oh Dios! ¿Qué es todo esto? Mañana en la noche yo vigilaré al niño."-
Al anochecer él entró a la enfermería, y a medianoche la reina apareció de nuevo y dijo:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
    Una vez más vendré, luego nunca más."-
Y ella amamantó al niño, lo que siempre hacía antes de desaparecer. El rey no se atrevió a hablarle, pero también a la siguiente noche él vigiló. Entonces ella dijo:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
   Esta vez vine, pero ya nunca más."-
Entonces el rey no pudo retenerse y de un salto se adelantó hacia ella y dijo:
-"Tú no puedes ser nadie más que mi amada esposa."-
Ella contestó:
-"Sí, yo soy tu amada esposa."-
Y en ese mismo momento ella volvió a la vida, y por la gracia de Dios se puso lozana, fresca, de piel rosada y llena de salud.
Entonces le contó al rey de las malvadas acciones que contra ella hicieron la hechicera mujer y su hija, de lo cual serían las culpables. El rey ordenó que ambas fueran llevadas a la justicia, y un juicio se celebró contra ellas. Las dos fueron exhorcitadas para eliminarles sus brujerías y condenadas a trabajos forzados por el resto de sus vidas. Inmediatamente el corso cambió a su forma humana, y entonces la hermana y el hermano vivieron felices en palacio por todas sus vidas.
Enseñanza:
La buena hermandad genera fortaleza.

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